La selección coreana llegó a su tercer partido con dos derrotas al hilo y con pocas posibilidades de pasar a la siguiente fase. Necesitaban ganarle a Alemania, la campeona del mundo, y esperar que México le ganara a Suecia.
Los partidos se fueron dando con el peor panorama. Suecia empezó ganando y Alemania los estaba atacando con todo. Tenían todo en contra, la lógica decía que iban a perder, pero no se doblegaron, querían darle una alegría a su gente, buscaban demostrar que eran un equipo con Yaytsa.
El tiempo se empezó a comer a Alemania. Mientras los teutones atacaban con desesperación, ellos esperaban con astucia. Con goles de Young-Gwon y Son en los últimos cinco minutos hicieron saltar de emoción a sus compatriotas y a los mexicanos, quienes con la victoria de Corea calificaron a octavos después de perder con los suecos. Fue una locura, eliminaron a Alemania y calificaron al Tri de milagro.
Toda la selección coreana terminaron con lágrimas, pero no eran de tristeza, eran de satisfacción. Sabían que dieron un partido que pasará a la historia. Demostraron que en el futbol el débil le puede ganar a al fuerte siempre y cuando se juegue con Yaytsa.