Gareth Bale es de cristal. O por lo menos el sóleo de su pierna izquierda, músculo que en apenas dos años y cuatro meses que lleva vestido de blanco, ya le ha dejado fuera del equipo en cinco ocasiones. Todo arrancó el día de su presentación como jugador del Real Madrid. Ese día no pudo debutar y así hasta hoy, momento en el que se ha quedado en Madrid sin poder viajar a París.
El galés rozó la gloria la semana pasada, justo cuando logró que su selección obtuviera el pase a la Eurocopa. La fiesta fue completa. 180 minutos sobre el terreno de juego, los últimos 90, cara a la galería con Gales ya clasificada. La consecuencia ha llegado en forma de nueva lesión muscular, la quinta en 26 meses, lo que pone en duda la capacidad física del ex del Tottenham.
Bale no aguanta el dolor. No es Sergio Ramos, capaz de jugar con el hombro fuera de sitio. Lo está demostrando semana tras semana. Los que le tratan hablan de él como una persona que tiene muy por debajo de lo habitual el umbral del dolor. Percepción o no, la realidad dice que a las primeras de cambio, Bale busca a los médicos en busca de consuelo.
Ahora se ha puesto en manos de uno de los fisios del club, que aplicando técnicas innovadoras, tratan de encontrar cura a un mal enfermo. Lo último es pedalear bajo el agua con tal de fortalecer su delicado gemelo, el mismo que ya le ha dejado fuera de combate en cinco ocasiones.
En el club se mueven entre preocupados y un poco decepcionados por aquello de los 180 minutos de juego con su selección. Esperaban más del galés, pero lo que les lleva a estar nerviosos es la búsqueda de un tratamiento que ponga fin a esos problemas que no le dejan jugar de continuo.
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