Por Alonso Cerón
Nada como ser niño. Antes el problema más grave era no poder salir a jugar porque llovía o que la maestra te quitara el balón porque lo pateabas adentro del salón. Justo este día cae como anillo al dedo para recordar las clásicas retas de la mejor etapa de la vida.
1. El balón de bote de frutsi
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Los frutsis de las primarias públicas de los 80 no podían faltar. Los chamacos rellenábamos con servilletas del lunch los botes de esta bebida. Así podíamos echar la cáscara en el recreo.
2. Las porterías con palos de escoba o piedras
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Para los niños que tuvimos un descampado de tierra cerca de la casa era motivo de orgullo poder inventar porterías. Clavabas el madero con una piedra grande y así tenías ya dos postes como en el Azteca. Cuando ibas de visita a echar la reta a la otra cuadra, te conformabas con dos rocas en plena calle.
3. EL GOL-PARA
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Era una forma de entrenar para la reta grande. Una sola portería y sin compañeros, todo dependía de tu talento individual. Eso daba pie para ser considerado por la toda la banda para ser titular en el gran partido contra los niños de los edificios de la vuelta.
4. quien pierde dispara los chescos

Además de saber quiénes eran los mejores en el fucho, merecer un refresco gratis era el objetivo. Pagado con el dinero de los que perdieron el partido sabía mejor. Aquí dos cosas fueron ciertas: la convivencia en la tiendita entre los dos equipos después de la reta y que Don Beto (el tendero) se hizo rico con todos los refrescos que le compramos.
5. escoger los equipos y el jugador que querías ser
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¿Un partido del América contra la selección de Alemania? De niño, y en la calle, se podía. Podías ser Negro Santos o un portero como Illgner. Eso sí, tenías que demostrar que eras merecedor de ese nombre, si no acababas etiquetado como jugador del Atlético Potosino o el Pachuca antes de subir a la Primera División.