Era una noche para festejar. No un título, o cualquier hazaña, pero simplemente el hecho de existir. De estar aquí cien años después que un puño de jóvenes que regresaba de colegios ingleses soñó con conquistar el mundo -el Atlas literalmente- con una pelota en la punta de los pies. Un siglo de vida marcado por muchas desilusiones, tragos amargos y un sólo titulo. Pero esa adversidad ha terminado por moldear la identidad del Atlas. Eso lo demostró su afición él sábado por la noche : eran alrededor de 50,000 en el Jalisco decididos en celebrar su objeto de pasión, aunque el Atlas ganara...
Y ganó (2-0). Contra sus primos rojinegros de Argentina: Newell's Old Boys. Con dos golazos de jugadores formados en su cantera, su gran orgullo, a falta de títulos. Martín Barragán y Daniel Alvarez se destacaron. Como si la esencia del club tuviera que aparecer en esa noche de celebración de la institución, pero sobre todo de una pasión que nunca se ha extinguido. La llama del Atlas puede ser muy baja, pero está. Es lo importante. El club tapatío no es el mas exitoso pero es indudablemente un histórico del futbol mexicano. Su edad secular lo demuestra.
El Atlas tiene su propia mitología, cuyas grandes figuras son, entre otras, Ricardo La Volpe, “Pistache “Torres y Erubey Cabuto (presentes ese sábado), Marcelo Bielsa, Pablo Lavallén y Rafa Márquez. Ese último dio un discurso antes del partido y prometió una gran temporada. ¿Lo creyeron los presentes? Tal vez, porque por no conseguir lo deseado la ilusión se renueva cada temporada. Pero si lo importante estuviera en los laureles, medallas, y otros símbolos de triunfo, el Atlas no hubiera tenido nada que celebrar, y su afición no estaría más aquí. “Atlas, mi dulce condena” decía un trapo colgado en las tribunas del Jalisco. Desde 100 años ...