El secreto más conocido de las últimas semanas fue develado sin mucha sorpresa en las instalaciones del todavía campeón del futbol mexicano. Esto no evitó que centenares de representantes de los medios de comunicación se dieran cita en Coapa para ver la presentación pública del nuevo estratega águila.
Apenas apareció Ignacio Ambriz en la sala de prensa, detrás de Ricardo Peláez, decenas de flashes fueron disparados en una fracción de segundo. La habitación se iluminó al mismo tiempo que las cámaras de televisión seguían al deseado objetivo hasta su asiento en el centro.
Peláez se observa contento, pero tenso, la ruptura de la relación con Gustavo Matosas está demasiado cercana para tratar de disimular lo contrario. El aroma del estratega uruguayo sigue impregnado en las sábanas azulcremas, la puerta no se ha cerrado del todo después de su intempestiva partida.
Con la presencia de su antecesor en el ambiente, Ambriz llega a un banquillo que no sólo quema, sino que arde. La primera tarea del recién llegado no será únicamente dar resultados, sino ganarse a la afición. El americanismo se encuentra enfurecido, desde que salieron los primeros rumores de la llegada del ex-técnico de Gallos y Chivas, la parcialidad águila no ha dejado de mostrar su descontento por lo que les parece una mala decisión de la directiva. La presión será inmensa.
Las primeras palabras llegan. Ambriz se muestra genuinamente contento, la oportunidad de su vida se le presenta sin mayor preámbulo. El nuevo entrenador americanista se dice ilusionado porque el “América me pueda brindar la oportunidad de ser campeón.” Los aficionados podrían esperar que el estratega trabaje para hacer campeón el América, no que el equipo funcione como plataforma para darle títulos a él. La primera diferencia se ha dejado ver en apenas minutos.
Se habla de orden, recuperación de balón, equilibrio. A oídos americanistas esas palabras suenan a sistema defensivo, lo cual sería una afrenta a la filosofía del club. Matosas les ofrecía espectáculo, Ambriz promete orden. La presentación no parece ofrecer mucho para apaciguar los caldeados ánimos de los fieles seguidores.
Ricardo Peláez parece entender el sentir de los suyos. Pide paciencia, “hay que darle el beneficio de la duda. Vamos a esperar. La afición pide resultados… tenemos que esperar.” Después de las salidas de dos técnicos ganadores en menos de seis meses, la llegada de un técnico con un récord cuestionable sólo consigue enturbiar las aguas.
Sin embargo, las palabras del Presidente Deportivo no encajan con su expresión facial. Se ve molesto, incómodo. Los medios preguntan sobre Gustavo, Ricardo no quiere hablar más de eso; cuestionan las credenciales de Ambriz, Peláez asegura una y otra vez que tiene la ilusión y las ganas para merecerse el puesto.
Las dudas aumentan después de esta presentación. La presión mediática y de la afición será la más grande que ha enfrentado esta directiva en su corta gestión. Nada va a ser fácil, la forzada sonrisa no se podrá mantener por mucho tiempo si los resultados y el funcionamiento no enamoran. El orden y el equilibrio no serán suficientes.
A Nacho Ambriz le ofrecieron dos años de contrato, la paciencia del americanismo será mucho más corta.
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