Por: Adrián Aguirre
El Cruz Azul es como un pesero que tomas en la avenida, con la esperanza de llegar seguro a tu destino (el título), y en el que tu bienestar durante el trayecto es incierto.
Es como el político que promete y promete, pero al final no cumple.
Lejos quedaron los tiempos del "Chelito" Delgado, en los que sus gambetas eran un deleite para la vista y un incentivo para ver los partidos del equipo. O los de Palencia, quien con su garra y calidad, contribuyó para darles el último título de liga que presumen en sus vitrinas.
Cruz Azul es un equipo que puede ganar contundentemente o perder de la manera más ridícula.
Los jugadores han perdido el respeto por la playera que portan. Para ellos da lo mismo jugar en el Zitácuaro que hacerlo en primera división, mientras el pago satisfaga sus caprichos.
El discurso siempre es el mismo: "Llego para ser campeón. Es un equipo grande y conozco la expectativa de los seguidores", suelen decir los refuerzos, quienes dejan que sus palabras se las lleve el viento, en lugar de cementarlas con buenas actuaciones.