El cuarto título llegó a las vitrinas de River Plate; la casa blanca fue el escenario para que más de medio mundo, como de por sí lo esperaba la mentada “Final del Mundo”, fuera testigo de un equipo histórico bañarse en grandeza después de jugar y luchar contra uno y otro factor.
River Plate no solo lo ganó en la cancha -y ajena-, luego de que el equipo calificara a la final ante su odiado rival, la primera noticia negra caía. Marcelo Gallardo, el gran líder de esta ya dorada generación, era sancionado y tendría que aguantarse todo por fuera, sin acceso a La Bombonera en la ida y sin opción de estar en su banquillo en la vuelta. Todo por violar el protocolo de CONMEBOL.
Tras una primera final aplazada por lluvia, que ya amenazaba con todas las dificultades que traería el ida y vuelta, el partido en la Boca por fin se jugaba, con dudas para los Millonarios que a pesar de no tener a su técnico en el campo, propusieron el juego. Boca contestó como buen rival, tomándose en serio el juego, primero vía Ramón Ábila que ponía en desventaja desde el minuto 34. Pratto empató de inmediato pero nuevamente Boca contestó vía Benedetto.
River nunca dejó su juego vertical, y conjugado con actitud, un autogol de Izquierdoz puso nuevamente las cosas parejas, como si la ida nunca hubiese importado y con los ánimos de por fin tener algo a favor con toda su gente en el Monumental.
Luego de una Fecha FIFA que suspendía las emociones y aumentaba los nervios por dos largas semanas; la final en el Monumental, ideal para River, se suspendía. La violencia del futbol argentino protagonizada por uno que otro inadaptado “hincha” Millonario y pobre de conciencia, privaba al equipo de poder jugar la vuelta en su casa. ¡Otra vez abajo! Ahora les suspendían su casa, y a su gente.
La CONMEBOL decidía evitar jugarla en Argentina y la llevaron lejos de las tierras liberadas, al viejo continente, a la casa del Real Madrid. ¿Cómo se iba a organizar la afición para llegar hasta allá y hacer sentir un estadio mítico como si fuera suyo?
Casi un mes después, el partido de vuelta se jugó, ambos equipos salieron por el túnel de un estadio que ha visto coronarse a grandes leyendas. El castigo para River era evidente, medio estadio apoyando al rival cuando tuvieron la oportunidad de estar totalmente cobijados por los suyos y Benedetto nuevamente los mandaba a la lona con un golazo.
Para el segundo tiempo, River sacó del pecho sangre e hicieron respirar nervios al mundo; desde Gallardo en el palco VIP del Bernabéu y empujado por los ahora afortunados hinchas que viajaron kilómetros para apoyar a su equipo, los Millonarios volvieron a ponerse por encima de todo.
Como en el primer partido, Pratto ponía el empate y todo se volvía a poner en ceros… ¡Otra vez después de todo! El árbitro sentenciaba una prueba más al mandar todo al alargue y ahí apareció Juan Fernando Quintero con un zapatazo duro que mandó el balón al fondo del arco. Los nervios siguieron con un Boca Juniors tirado con lo suyo y el Pity Martínez acabó con las ilusiones, los nervios y malditas caídas de River Plate que levantó, una y otra vez, para ser campeón continental.
¿Cómo no va a saber un título así? Es cierto que a los románticos se nos esfumó una oportunidad de oro para ser enmarcada, pero River nos regaló, en un mes, el gran ejemplo de cómo campeonar jugando contra todo, contra el marcador, contra su propia afición, contra el rival odiado y contra la historia que los amenazaba.