Por Gerardo Lozano
“El fútbol debe de ser el conducto para la unión y fraternidad entre las naciones”. Así nos lo ha inculcado el balompié durante los últimos 20 años. El deporte rey, el más popular del mundo ha traspasado fronteras y hasta ha ayudado a que varios países superen sus diferencias, todo a través de la diplomacia y un partido amistoso o en una Copa del Mundo, como lo hicieron alguna vez Estados Unidos e Irán en Francia 98.
Pero como alguna vez dijo el legendario Bill Shankly cuando dirigía a Liverpool, “muchos dicen que el fútbol no es cosa de vida o muerte; yo le aseguro que es algo mucho más que eso”. Palabras como esas seguramente servían de animo para sus jugadores que a la postre dieron una serie de campeonatos para los 'Reds', una de las generaciones más grandes de la Isla. Hay jugadores, equipos y selecciones que dan todo en la cancha, y con 'todo' me refiero a que se baten a duelo, no solo física, sino mentalmente, para derrotar al rival que va en contra de sus ideales personales o políticos.
“Ahí estaba, un personaje público dispuesto a sacrificar su vida, su carrera y toda la fama que pude haber creado, todo por un ideal, una causa; la causa Croata”; palabras de Zvonimir Boban, capitán del Dinamo de Zagreb. En las épocas de la desintegración yugoslava, la gente tomaba al deporte como escaparate para demostrar su sentimiento patriota. Los partidarios del Estrella Roja de Belgrado y los del Dinamo Zagreb, fueron los más emblemáticos de aquel país. El 13 de Mayo de 1990, el Estadio Maksimir fue testigo de una de las grescas más increíbles del fútbol moderno. Habían pasado 5 semanas de las primeras elecciones para que Croacia se convirtiera en un país libre y soberano, fuera de la Yugoslavia que comandó Josip Broz Tito después de la Segunda Guerra Mundial y luego por Slobodan Miloševi?, quien mandó 3 mil ultras “Delije” del Estrella Roja al estadio en Zagreb.
Los miembros de “Delije”, en la zona que acondicionaron en el estadio para ellos, comenzaron a rajar los carteles de publicidad y atacaron a los hinchas de Dinamo con los asientos y cuchillos, y cantos nacionalistas serbios como “Zagreb es Serbia” y “mataremos a Tu?man (líder croata)”. Los BBB, indignados por las acciones de sus rivales, saltaron al campo media hora después, pero fueron atacados rápidamente por la policía serbia, que usaban como herramientas disuasorias porras y gas lacrimógeno. Las calles también fueron victimadas por radicales serbios al enfrentarse afuera del estadio.
Entre el caos, el partido se jugó, los futbolistas del Dinamo que se dirigían al túnel para descansar en el medio tiempo se quedaron en el campo para luego introducirse a las tribunas para defender a sus camaradas. El mismo Boban le propinó una patada voladora a un policía que goleaba a un fanático del Dinamo. Desde ese entonces Zvonimir fue considerado un símbolo para los croatas.
Este alboroto marcó el principio del fin para la Liga Yugoslava de Fútbol, la cual duró poco tiempo, ya que Eslovenia, Croacia, Macedonia y Bosnia-Herzegovina se separaron de Yugoslavia y después se provocaría una guerra “étnica” fratricida entre los pueblos balcánicos. El alboroto en el Estadio Maksimir también fue considerado simbólicamente como el comienzo de la croata guerra de independencia.
14 de octubre del 2014. Serbia y Albania se enfrentaron en un partido donde se sabia que la tensión política era tal que cualquier pequeño evento fuerte podía detonar alguna acción violenta por ambas partes, esto debido a la separación de Kosovo y Serbia, declarándose el primero un Estado autónomo. Sin embargo, el gobierno de Serbia no reconoce la independencia kosovar, y además que desde hace décadas el territorio en disputa fue poblado en su mayoría por habitantes albaneses. De hecho, siete jugadores de Albania nacieron ahí.
El partido disputado en Belgrado iba 0-0. Parecía que los cánticos radicales por parte de los aficionados serbios (la UEFA le negó el acceso a los fanáticos albaneses) no eran mayor problema para la seguridad del estadio. Pero presión estalló cuando un dron sobrevoló el estadio con una bandera albana con el mensaje “Autochthonus”, que significa, que la gente de Kosovo son albaneses. Stephan Mitrovic, jugador serbio bajó el drone, y Nemanja Gudelj se apoderó de la bandera. Bekin Bajaj y Andi Lila intentaron recuperar su emblema, pero debido a la reacción negativa de los serbios, la desesperación albanesa y si le agregamos la sangre caliente que corre por las venas de ambos, se generó una gresca en el medio campo. Segundos después, los ultras locales entraron a golpear a los jugadores foráneos. En ningún momento los jugadores serbios atacaron a sus oponentes; todo se derivó los radicales que entraron aventando sillas y buscando hacer daño a los vestidos de blanco. Elementos como Kolarov y Tadic se encargaron de proteger a sus rivales, ordenándoles que corrieran al túnel para protegerse, pero el desastre ya se había desatado. Los fanáticos en las tribunas se enfrentaron con la policía dentro y fuera del estadio, derivando una noche llena de violencia en Belgrado.
En los próximos días, la UEFA debe tomar cartas en el asunto para resolver su problema futbolístico, que pasa a segundo plano, ya que ahora las relaciones entre Kosovo, Albania y Serbia están al borde de un conflicto político que fue encendido una vez más usando al futbol como el detonante para tomar la atención mundial.