La calidad de Neymar no se puede negar, pero el nuevo astro brasileño tiene un pequeño problema, le gusta fingir de más.
Aunque si lo patean y mucho ya que es el jugador con más golpes en lo que va de Rusia 2018, Ney abusa de ser la figura de su selección y al más mínimo contacto hace un verdadero teatro que a veces si lo compran los árbitros y otras veces no.
La tarea de un 10 en cualquier selección o club es ponerse el equipo a los hombros, por desgracia Neymar se queda muy, pero muy corto respecto a eso, incluso se puede decir, casi asegurar que Brasil no tiene un 10 en la cancha, como lo fue Ronaldinho.
Tanto es el seguimiento al pobre que se manejó una estadística de el tiempo que estuvo en el suelo, más de 14 minutos, que serían de gran ayuda para su selección.
La exagerada simulación de faltas es algo que hace que defensas de esos que llamamos leñeros, apliquen la de “quieres llorar te voy a dar un motivo para que llores” y le dan macizo.
Hoy no lo podemos culpar de la eliminación de Brasil pero cuando su selección más lo necesitó no apareció, no brilló, no pesó nada en el campo, buscó tanto un penal fingiendo faltas dos veces que se olvidó de jugar, de hacer lo que él seguro sabe hacer, olvidó que es Neymar, olvidó que Brasil lo necesitaba, olvidó que es, en toda la extensión de la palabra, un crack.