Por Iván Figueroa
No hay aficionados que sufran más que los chemos y los rojinegros, futboleros que aman a sus equipos a pesar de una sequía de títulos que parece eterna.
Todos hemos escuchado “este año es el bueno” de algún compa que cada torneo se entusiasma con las contrataciones y los dos primeros juegos de la temporada, pero que al final los vemos llorar porque el resultado es el mismo de siempre.
Las aficiones de Atlas y Cruz Azul son las que más aguante tienen en la Liga MX; 66 años sin gloria para los Zorros y 20 para una Máquina que se dice ser grande según su palmarés. Ambos equipos han blindado el corazón de sus seguidores, seres de carne y hueso que ya no sienten las burlas de la banda y saben que lo único incorruptible para su causa es emocionarse en balde año con año.
Pasa el tiempo y el futbol es cruel con ellos. Los dos clubes han acariciado el título con grandes generaciones de futbolistas, pero la mala fortuna les hace la travesura de jugarles chueco. A la mera hora se quedan con ganas de celebrar algo, lo que sea.
Atlas y Cruz Azul son símbolos de los corazones pamboleros destrozados, de los sueños guajiros en el futbol mexicano. Son estandartes del deseo que nunca se cumple, de la alegría que jamás llega. Por donde se le busque es el clásico de las ilusiones rotas.