Por Antonio Villalpando
Todos los que conocen a Antonio Mohamed de cerca, saben que hay un antes y un después en la personalidad del técnico de Monterrey. Pasó de ser un joven alegre y desinhibido a un adulto seguro y con una mirada profunda.
Su vida tuvo un cambio drástico el 31 de Junio del 2006. Un día antes había asistido con su hijo Farid y tres amigos más a disfrutar los Cuartos de Final del Mundial de Alemania entre Argentina y los locales en la que los alemanes ganaron en penales.
Al día siguiente salieron de viaje en una casa rodante rumbo a Frankfurt, cuando un chavo que manejaba a 180 kilómetros por hora los embistió por atrás y los sacó de la carretera. Todos sufrieron daños graves y lamentablemente el hijo del Turco falleció el 4 de julio sin poder celebrar su cumpleaños número 10.
Es una pérdida que acompaña a Mohamed hasta el día de hoy. Se ha convertido en un ángel de la buena suerte. Desde la partida de su hijo, el técnico argentino consiguió el ascenso de su querido Huracán, el campeonato con Xolos, el título con el América, y la Copa Sudamericana con Independiente. Ahora está en la antesala de otra final. Sabemos que Monterrey saldrá al campo con 12 jugadores, y no hablamos precisamente de su afición.
Por eso, cada que el Turco consigue un campeonato, rompe en llanto, recordando a su pequeño hijo que, posiblemente, no le tocará vivir la alegría de un éxito más de su padre.