Por: Ana Cruz
A diferencia de las grandes figuras del futbol, Landon Donovan no soñaba con el futbol desde niño, cuando dedicaba sus horas a practicar gimnasia. En cualquier otro país esta elección habría sido condenada, pero no en los Estados Unidos, en donde el futbol ni siquiera era conocido como tal. El soccer, como les gusta llamarlo a pesar de la crítica enardecida, tiene aún que pelear por las aficiones pasionales entregadas al americano, el béisbol y el basquetbol, aunque después del Mundial de Brasil se pudo observar que en las entrañas yankees existe una efervescencia interesante.
En el país del norte debían encontrar un sitio para el deporte adorado por las masas y Landon Donovan tuvo la fortuna de haberse cruzado frente a las mentes deseosas de ver rodar el balón sobre el césped en un torneo alterno a la Liga. Su habilidad trabajada durante la infancia no fue ignorada para ficharlo y apuntarlo en las divisiones menores de su Selección como estrella, pero seguramente nadie imaginó que vistiendo el jersey nacional se convertiría no sólo en el mayor romperedes, sino en el temor del enemigo.
Donovan ha protagonizado rescates heroicos en historias que ya conocemos, pero también ha sido blanco de la crítica y su nombre ha viajado alrededor del mundo como rumor para las potencias futbolísticas. Sin embargo, el talento del atacante se ha limitado a la MLS que apenas asciende, cuando a él ya no le restan batallas que ganar. El futbol alemán no lo convenció, le costó adaptarse y debió regresar del Bayer Leverkusen un par de veces y vestir en contadas ocasiones el jersey del Munich y el Everton de Inglaterra con pocos gritos de gol en su cuenta personal.
Donovan fue, sin duda, el referente americano de un deporte que está en esa incansable búsqueda de reflectores para competir con los consentidos. Su personalidad desfachatada y la valentía sobre el terreno de juego, despertó amores y también odios, pero sin duda fue un pilar fundamental en la consolidación del cuero en el país de las barras y las estrellas.
La afición mexicana puede explicarlo. Escuchar sobre el duelo con el representativo vecino se traduce de inmediato en el enfrentamiento que se calienta desde los medios de comunicación. La infinidad de veces que Landon se refirió a la gente y al futbol local se repitieron en flashback durante cada previa. Apenas pisaba la cancha, aún en su territorio, la tribuna se entregaba fielmente a la defensa y lanzaba abucheos e improperios al delantero.
Aquella vez, hace un par de años, cuando Rafael Márquez vistiendo la camiseta de los Red Bulls agredió al estadounidense lanzándole un balón contra el cuerpo fue más aplaudida que repudiada en territorio mexicano. Si sobre el rectángulo verde la venganza cuesta tanto para el conjunto azteca, qué más da si es conseguida a costa de una suspensión y multa económica.
Cualquiera pensaría que se trataba de una aversión adherida a su nombre, pero no era así, cada año sonaba para arribar a un conjunto mexicano. Bajo esta condición, el odio se olvidaba y tomaba lugar el argumento, las cifras aplastantes y hasta la polémica que generaba de pronto se volvía atractiva.
El Capitán América ha colgado los tacos. Ha anunciado su adiós. Se va Donovan, el americano que hace no mucho puso en pie de guerra a la mitad de los aficionados estadounidenses al futbol después de que Klinsmann no lo llevara al Mundial de Brasil. Se va un grande, un polémico jugador, un delantero pícaro y letal, un superhéroe yankee que dio de que hablar en el mundo del balompié.