Por Mauricio Cabrera (Enviado Especial)
1.- Alemania era legado; Argentina, momento. El equipo de Löw representaba una evolución del Tiki Taka. El de Sabella era más bien el descubrimiento de baluartes a partir de la duda. Romero acabó siendo buen portero pese a las interrogantes que se le ponían. Mascherano se transformó en jefe cuando el estima de los medios argentinos se concentraba en Lionel o en el ímpetu de Di María. Los teutones fueron siempre un equipo; Argentina lo fue haciendo a partir de la ausencia de Messi como salvador.
2.- A falta de goles, Codesal. Para ardidos, los argentinos. Y aceptémoslo, los latinos en general. Dirán que Brasil no, pero es que los pretextos se te acaban cuando recibes siete goles en noventa minutos o cuatro en seis. Si nosotros nos quejamos con razón de que no era penal, a los argentinos les recalco que NEUERa penal, y por eso el árbitro no lo marcó. La fuerza de Manuel tuvo efecto violento, pero no se cometió infracción alguna al reglamento. No qiieran opacar el lugar de Codesal en la historia trayendo un imitador.
3.- Se extrañó a Di María. No sé de qué estaríamos hablando si Ángel hubiera estado en el campo. La delantera argentina tenía la ventaja de no estar presionada porque toda la carga emocional y mediática iba hacia Messi. Y Ángel se acomodó bien en ese rol secundario, alejado de los reflectores y cumplidor en la táctica. Del resto de artilleros pamperos es el único que no quedó a deber. Higuaín, Agüero y Palacio se hicieron chiquitos cuando se les aparecía la gloria vestida de minifalda.
4.- Venden menos, pero ganan más títulos. Salvo excepciones de edición limitada como Pep y Mourinho, los técnicos que alcanzan el éxito son aquellos que dicen mucho en pocos decibeles. Sabella y Löw no requirieron de mayores aspavientos para hacer historia. Alejandro es un tipo tímido, que incluso califica como títere de Messi sin mayor afectación a su orgullo. Löw, inexpresivo, con una sonrisa ocasional, casi como de muñeco de juguete al que de cuando en cuando le oprimen la panza para que brinde una mecánica mueca que presuntamente equivale a sonrisa. Gritos no equivalen a éxitos, así como festejo no equivale a magnitud, porque si a esas fuéramos, diríamos que Löw ganó un amistoso hoy ante Argentina y el Piojo una Copa del Mundo ante Croacia.
5.- Kroos se hizo a la idea de ser jugador del Real Madrid y empezó a bajar su nivel. O al menos eso pretendo sacar de conclusión ante la inestable final que ofreció. Si en todo el Mundial había sido preciso como calculadora, ante Argentina a punto estuvo de convertirse en un símil de Ricardo Osorio. Más allá del pase a Higuaín, Tony tuvo para meter fuerte el empeine y mandarla guardar y acabó enviando un disparo insípido, raquítico, corto de mira. Aún así, de lo mejor del Mundial, si no es que el mejor, aunque la FIFA opine lo contrario.
6.- “Un hijo de Goebbels, un hijo de puta”. Mis sentidos se exaltaron al escuchar aquello sobre Manuel Neuer de un colega argentino en el Media Centre. No lo dijo de broma, lo afirmó encolerizado, con convicción. Y remata: “sacó el nazi que los alemanes llevan dentro”. Con nazismo de por medio o no, si una paternidad ha quedado asentada en esta Copa del Mundo es la de Alemania sobre Argentina. Son dos finales ganadas para los teutones, la humillación del Mundial pasado y lo que venga. Argentina, decime que se siente, que Alemania sea tu papá…
7.- Neuer es el prototipo de portero del futuro. Se ha adelantado a nuestro tiempo. El tipo es una estatua cuando se lo propone. Ahí queda su mano inamovible ante el disparo de Benzema. Es también un hijo de puta para los argentinos. Queda el cuerpo dolorido de Higuaín para atestiguarlo. Un mediocampista de guantes. Ahí quedan los argelinos mareados por ese onceavo jugador de campo alemán. E incluso un vanguardista que si no sale del clóset, cuando menos se asoma sin vivir mortificado. Un adelantado a su época.
8.- Messi no merecía ser el Balón de Oro. Es más, ni lo quería. Él lo que deseó desde que sus compañeros lo declararon futbolista independiente al dejarlo solo con el balón en el último tiro libre del partido era desaparecer, irse a los vestidores sin dar más explicaciones. No debe ser fácil tenerlo todo y aún así saber que la gente sigue esperando más de ti. Argentina se configuró para que Messi fuera el que ganara o perdiera, aunque claro, en caso de victoria, sus compañeros también hubieran recibido los abrazos y las recepciones multitudinarias, mientras que en el de la derrota, lo hubieran dejado tan solo como en ese tiro libre en el que le pusieron colgado el traje de superhéroe, porque nadie más deseaba tomarlo.
9.- A Alemania le critico algo que en España vi como una abundante problemática. El toque preciso, a ras, provoca que con frecuencia se olvide por completo la posibilidad de una ruptura a velocidad, de un trazo largo o cambio de frente que dé aires a un ataque que puede volverse rutinario. En el estadio se nota más que en la TV. El costado izquierdo de Alemania estuvo casi siempre libre, pero los futbolistas teutones acarreaban la pelota hacia el sector de Lahm y ahí se quedaban estacionados. Así como digo que Alemania deja un legado, me cuesta aceptar que estemos ante un ciclo todopoderoso como el que vivieran los españoles del 2008 al 2012.
10.- Qué bien se siente ver perder a los argentinos. Lamento, eso sí, que ellos me puedan responder que un hijo no debe alegrarse de la tristeza de su padre. A nosotros sí que pueden cantarnos la paternidad patrocinada por Osorio y Aguirre.