Por: Dante García
Se apodera del centro del campo sin temor a nada. No es el consentido de la cámara, pero tampoco le asustan los reflectores. Realiza su trabajo sin ruido excesivo. Roba el balón con una facilidad que desearían los más grandes de Europa. Reparte la redonda con los conceptos básicos del juego bien en claro: control y pase. Sin florituras innecesarias, José Juan Vázquez se para en el corazón del empastado para inclinar la posesión a favor de los suyos.
Mide apenas 1,66 metros de estatura, pero no es impedimento para adueñarse del medio sector. El ‘Gallito’ Vázquez llegó a Brasil 2014 casi como un anónimo, pero hoy es un pilar del equilibrio entre ataque y defensa del futbol tricolor. Miguel Herrera depositó en el centrocampista leonés toda su confianza, y éste le ha pagado con grandes actuaciones. Hasta el día de hoy ha disputado férreas batallas en contra de Alex Song, Paulinho y Luiz Gustavo. Nunca le han “temblado las rodillas”.
Nació en la localidad de Roque, un diminuto poblado de Celaya con un aproximado de cuatro mil habitantes. Creció, sin lujo alguno, en compañía de sus ocho hermanos. Probó suerte en el oficio de panadero y dedicó algunos días a la albañilería. Hoy es el encargado de fraguar el destino de la selección mexicana desde el centro de la cancha, sector en el que se forjó sobre los campos de tierra y lodo de su pueblo natal.
Ha ido de menos a más en todos los sentidos existentes. En compañía de su balón pasó días de hambre y algunos otros con remilgos de ropa encima. Las primeras experiencias como futbolista fueron difíciles para un muchacho humilde entre jóvenes adinerados, pero el ímpetu de José Juan dio siempre para más. Rechazó la oportunidad de cruzar la frontera en busca de un mejor futuro, aunque fuera alejado de las canchas. Picó piedra sobre el césped y paso a paso dio forma a una carrera admirable.
Debutó profesionalmente con el Celaya haciendo valer su posición de recuperador por todas las canchas del ascenso; Gustavo Matosas le puso un ojo encima y lo solicitó como refuerzo para la Fiera cuando aún competía por un lugar en el máximo circuito. Permaneció en el mismo estado, pero cambió de camiseta. La afición cajetera se lo reprochó en un principio, pero ahora observa, orgullosa, a un ídolo mundialista que hace tres años derrochaba talento en el estadio Miguel Alemán Valdés.
Hoy se desconoce si su futuro continúa en México o si las puertas internacionales le serán abiertas. Desde el medio sector, el ‘Gallito’ labora con la misma humildad de siempre. Es el obrero futbolístico que trabaja al servicio de otros; no roba cámara, pero sin su esfuerzo, el sistema de Miguel Herrera se vendría abajo. Aún con eso, no se siente indispensable. Croacia podría ser el sinodal para poner a prueba todo su potencial. Sostendrá un mano a mano por el balón ante los dos últimos campeones de Europa: Ivan Rakitic y Luka Modric.
Ahora se hospeda en Brasil, pero el ‘Gallito’ visita constantemente a su amado poblado de Roque, conviviendo con su raza y robando sonrisas a los viejos amigos, invitando a los chiquillos a perseguir sus sueños, justo como él lo ha hecho. Dentro y fuera de la cancha, sabe de dónde viene y a dónde va. Transita con cautela, pero sin temor. Con mucho corazón y mayor empeño, a plena consciencia de que el sacrificio diario es la mejor medicina ante las inclemencias del destino.