Por: Santiago Cordera
Descontento social. Mala organización. Tráfico. Lesiones inesperadas. Estadios inconclusos. Abusos policiacos. Intentos de sabotaje. Una presidenta cuestionada. La FIFA debilitada. Robos a periodistas en sus habitaciones de hotel. Hasta este jueves, el Mundial sólo arrojaba malos augurios. No se hablaba de otra cosa que no fueran los conflictos sociales que durante un año han perseguido a Brasil, pero dos días de futbol y sólo futbol han sido suficientes para pensar que en esta Copa del Mundo puede haber algo más que problemas.
Croacia comenzó ganando a Brasil en la inauguración del Mundial. Nadie esperaba que el anfitrión tuviera que remar contracorriente durante la presentación de su gente. Tampoco los mexicanos se esperaban que su selección fuera a mostrar el buen futbol del que careció en los últimos meses. Ni en sueños hubiéramos imaginado que Holanda humillara a España de la forma en la que lo hizo, goleándola y pasándole por encima como si fuera una aplanadora de asfalto.
Goles y más goles. Emociones envueltas en cajas sorpresa. Brasil se repuso y terminó ganando con seguridad. La Selección Mexicana ilusionó a un país que había perdido su esperanza en ella. Holanda evidenció que el tiki taka es un modelo caduco. Y esto apenas comienza. Toda la desilusión que nos ha quitado Brasil con titulares que han recorrido sin discriminación cada redacción desde la Copa Confederaciones, nos la ha devuelto el espectáculo que se ha vivido la cancha.
La Copa del Mundo no ha podido empezar de mejor forma. El nivel de futbol que se ha visto en el campo ha sido de primer mundo. Ver a Van Persie rematar de cabeza como lo hizo ante Iker Casillas sólo se ve en las caricaturas japonesas. Degustar las filigranas de Neymar, que nos ha negado con el Barcelona, en su casa, es como haber descubierto a un chico brasileño que dejó una favela para concentrarse con la selección brasileña.
Brasil promete. Nos ha dado razones para creer que esta puede ser la Copa del Mundo que silencie sus conflictos sociales a golpe de emociones y futbol gourmet. Si es así, al menos de aquí al domingo 13 de julio nos olvidaremos que Brasil padecía una enfermedad en sus venas. También se nos olvidará que a veces el futbol puede independizarse de la política. Entenderemos que aunque una no pueda vivir sin la otra, al final el que manda es el balón, el balón que cuando es bien tratado es capaz de decirnos que esto es un juego y nada más.
Es pronto para afirmarlo, pero el aficionado al futbol no puede quejarse, ha tenido remontadas, sorpresas, y goleadas. Sólo se han jugado cuatro partidos y van 15 tantos. El promedio es espectacular. Inusual. Extraño para pesimistas. Esto apenas empieza. Prepárense, y como decía Pep Guardiola en sus inicios como técnico del Barcelona, “abróchense los cinturones, que lo pasaremos bien”.