Por: Roberto Quintanar
La cancha de Ciudad Universitaria, originalmente concebida para el futbol americano, guarda en su memoria varios de los momentos más gloriosos y significativos del deporte mexicano y mundial. Al caminar por sus túneles, los sonidos atrapados por el tiempo invitan a una nostalgia que eriza la piel y puede hacer que las lágrimas del recuerdo corran por las mejillas del espectador.
Es ese inmueble histórico en el que el deporte del Instituto Politécnico Nacional consiguió el que es probablemente su más grande triunfo.
Ocurrió en noviembre de 1965 en el marco del campeonato nacional de futbol americano. El Politécnico Guinda, comandado por el eterno Jacinto Licea, enfrentaba a los Pumas de la Universidad en el último partido de la temporada. La Horda Dorada del Pedregal, a cargo de Manuel Neri, necesitaba por lo menos un empate (válido en aquellos tiempos) para asegurar el campeonato, mientras el equipo guinda de Santo Tomás requería del triunfo para hacerse del título.
El emparrillado se encendió con el calor del juego y el ánimo de un público que abarrotó hasta las lámparas el Estadio de Ciudad Universitaria.
Tras una feroz batalla, el cuadro del IPN aventajaba a Univerisdad por 13-7 en el último cuarto. Cuando el reloj de juego agonizaba, Alfredo “Araña” González logró una buena recepción tras un largo pase y llevó el ovoide a las diagonales. Aunque el punto extra fue fallado por Mauricio Caballero, el empate a 13 era suficiente para los Pumas. La tribuna local enloqueció y comenzó con la celebración anticipada encendiendo las “antorchas de la victoria”, que en realidad eran periódicos enrollados.
Nada parecía arrebatar el título a los del Pedregal. Con unos cuantos segundos en el reloj de juego, los primeros tres downs de un desesperado Poli Guinda culminaron en fracaso. Pero fue entonces cuando apareció Omar Fierro, jugador que vivía su último año de elegibilidad. El veterano atrapó un pase aéreo de Eliud Dávila y como una gacela se fue quitando con velocidad las tacleadas oponentes para llegar hasta la zona de anotación. Tras el fallo del punto extra, el marcador quedaba 19-13 en favor del Poli. Ahora sí, ya nada podría cambiar el rumbo del partido, aunque todavía hubo una última jugada en el regreso de kick-off de Jorge Mercado, quien avanzó setenta yardas antes de ser derribado por los defensivos del equipo visitante.
El Huelum fue un estruendo. ¡Poli Guinda era campeón! Al tiempo que las antorchas del lado universitario se iba apagando, las de la tribuna politécnica se encendían en una escena que enmarcó la más grande victoria del IPN en terreno universitario.
Aquel partido, conocido como “El juego de las antorchas apagadas”, marcó un hito en la historia del deporte mexicano. Hoy, en la celebración del Día del Politécnico, recordamos la hazaña de los guerreros de Jacinto Licea.