Por: Roberto Quintanar
Hace no mucho era un exiliado. Costa Rica le recibió con los brazos abiertos y ahí volvió a sentir la confianza que necesita aquel que ocupa la posición ingrata, la del hombre de guantes a quien el futbol castiga más de lo que premia. Se puede decir que Luis Ernesto Michel revivió en la tierra de la “pura vida”.
Las palabras y rumores pasaron a mejor vida a inicios de este 2015. Con un perfil bajo y sin hacer mucho ruido, Luis se hizo de la titularidad en la cabaña del Guadalajara en un fulgurante regreso. Y si bien ya estaba reconciliado con su equipo, vaya que al guardameta le hacía falta una noche como la de hoy.
No podía ser de otra forma. La Perla de Occidente coronó al héroe del clásico más antiguo de México a pesar de que Chivas no venció al Atlas. Las manos de Michel rescataron una unidad de oro para su equipo y arrebataron al cuadro rojinegro dos unidades que parecía tener a su alcance.
Dos intervenciones del portero fueron vitales para Guadalajara. La segunda de ellas fue digna de una epopeya, pues fue tras el minuto noventa. Es cierto; Alfonso González quiso poner demasiado lustre a un fusilamiento y erró tras jalar el gatillo con elegancia, pero el mérito de Luis Ernesto es innegable. Aguantó el disparo, tal como soportó su exilio y todos los señalamientos, y frenó el balón.
Los aplausos y felicitaciones fueron para el héroe de la noche. De la ignominia, Luis pasó al merecido reconocimiento. Esta noche, la reconciliación fue total, justo en la semana cuando Chivas vive un huracán en su interior, uno de los muchos que en estos tiempos no tienen mucho qué ver con el tema cancha.
Michel pasó del exilio al heorísmo. Después de todo, así se escriben las grandes historias.