Raúl Jiménez no ha recibido el alta tras la operación a la que fue sometido el año pasado en el quirófano del doctor Diego Simeone. Cuando el mexicano fichó por el Atlético de Madrid, corroído por la felicidad de cambiar Coapa por el Río Manzanares, olvidó borrar su sentimiento merengue en Twitter. En un súbito suspiro los aficionados colchoneros, más raros que un perro verde, detectaron que Raúl venía con una enfermedad congénita heredada por Hugo Sánchez. Los doctores definieron el padecimiento como “madriditis mexicana producida por el gen H1S1”.
Simeone, médico internista con amplia experiencia en lavados de cerebro y con especialidad en implantes ADN colchonero, recibió el expediente de Raúl Jiménez. Abrió el archivo y lo revisó. Sometió al jugador a varios exámenes para ver la gravedad de la lesión cerebral. En efecto, había que someterlo a una cirugía de alto riesgo.
Si alguien sabía que el proceso de adaptación de Raúl Jiménez al Atlético de Madrid sería difícil, era Simeone, no sólo porque los seguidores blancos habían olido la sangre merengue que corría por su venas, sino porque se trataba de un chico tímido, muy joven, que podía hacerse pequeño al entrar en un vestidor que acababa de ganarle la liga a los dos mejores equipos del mundo y perder una final de Champions League sin antes dar una épica pelea hasta el último minuto. Pero eso no fue un impedimento para Simeone.
El Cholo se oponía a la salida de Raúl Jiménez aunque éste no jugaba. Le tenía una confianza a veces incompresible toda vez que Mandzukic y Griezmann habían hecho una mancuerna difícil de sustituir y Fernando Torres regresaba con el afán de convencerse de que nunca debió haber salido del Vicente Calderón. Aún así, Simeone respaldaba a Raúl.
Consciente de las dificultades, el doctor Simeone entró a quirófano. Raúl Jiménez yacía anestesiado sobre la cama. Se puso los guantes de latex y con el bisturí hizo una pequeña brecha en la frente. Vio el interior del cerebro de Jiménez. En efecto, para curar a Raúl, primero había que sacarlo de la escena pública, es decir, extraerle el miedo al fracaso.
Raúl Jiménez dejó de tener minutos. Los medios, sobre todo mexicanos, sospechaban que los días como colchonero estaban contados, pero no, Simeone lo estaba atendiendo en privado para convencerle de que para triunfar con la camiseta de rayas rojas y blancas primero debía trabajar en los físico para adaptarse a las exigencias de un futbol mucho más rápido y técnico. Jiménez se puso a trabajar.
Una vez fortalecido el espíritu triunfador, venía la segunda fase de la operación, eliminar la madriditis mexicana producida por el virus H1S1 heredad de Hugo Sánchez e implantar el ADN Colchonero. Para que el paciente no rechazara los nuevos implantes, Simeone debía mostrarle el mundo atlético desde el otro lado de la trinchera, es decir, desde la grada. Dejó de convocarlo. Jiménez se acostumbró a ver los partidos desde la tribuna, junto a esa afición extraña que aún perdiendo sale satisfecho del estadio. Desde ahí, Raúl comprendió que había llegado a un equipo que vivía su mejor época en la historia. Lo comprobó cuando el Atlético venció al Real Madrid en su casa. Comenzó a publicar fotos desde la tribuna como si fuera un aficionado feliz, orgulloso de su equipo, hecho que atraía la atención de los periodistas, incapaces de comprender cómo un jugador podía estar satisfecho después de no ser convocado con su equipo para enfrentar al que, hasta ese día, había sido el club de sus amores.
La cirugía del Cholo había sido exitosa. Extrajo el miedo, eliminó el padecimiento madridista, e implantó el ADN colchonero. Hoy, Raúl Jiménez está haciendo la rehabilitación que el médico le sugirió. El proceso puede ser largo, dependiendo de la adaptación de cuerpo y mente al estilo de Simeone. Si funciona, Raúl Jiménez seguirá en el Atlético de Madrid la siguiente temporada. Hará goles. Tendrá muchos más minutos. La afición ya no olerá la sangre madridista porque habrá desaparecido. Raúl se habrá convertido en un colchonero por convicción y Simeone habrá logrado con éxito colocar un nuevo implante rojiblanco.